Paraísos fiscales
Los paraísos fiscales se convierten en refugio de los grandes especuladores que llevaron al desastre a la economía internacional, mientras la mayor parte de los Estados no legislan para evitarlo.
El dinero que concentran los paraísos fiscales repartidos por el mundo representa billones de dólares con dudosa reputación. Hoy, en época de crisis gobiernos y administraciones deberían de una vez por todas actuar contra ellos y evitar que estos paraísos alegales sigan contribuyendo a la evasión de impuestos, al blanqueo de dinero y en definitiva a que el sistema siga siendo injusto.
En muchas regiones y países del planeta existen “centros financieros internacionales” o paraísos fiscales que se encargan mediante leyes que protegen el secreto bancario atraer inversores y ejercer una política de no me digas de dónde ha salido el dinero y yo no lo diré.
Muchos de los causantes de la crisis económica de la que aún no hemos tocado fondo tienen muy bien asegurado su patrimonio en lugares secretos que le ofrecen totales garantías.
Los clientes de los paraísos fiscales son de lo más selecto y lo son porque sobre todo lo que tienen es millones. Tener muchos millones, es tener poder. Decía, son clientes muy especiales, tanto que hay casi de todo. Desde grandes empresarios que suelen llevarse medallas en sus países como reconocimiento a su labor empresarial, hasta traficantes de droga, traficantes de personas o genocidas.
Efectivamente no son todos iguales, cada uno de ellos tiene su trayectoria y hasta su corazoncito. Eso sí todos tienen algo en común. El dinero que tienen, no se sabe que existe y cómo no se conoce ni importa si se ha conseguido lícitamente o no ni en consecuencia se tributa por él en el país de origen.
Las consecuencias de este tráfico mundial de dinero negro son catastróficas para el sistema, pero no para todo el sistema, desde luego para una parte, para los más pobres.
El mileurista de a pie paga sus impuestos de sus miserias pero el milmillonario no siempre, al menos si ha decidido llevarse sus millones donde no paguen impuestos.
Este sistema permite que el dinero sucio que se mueve en el mundo se guarde en una caja fuerte de oro inalcanzable para la mayoría.
No sólo es un dinero sucio, sino que además es un dinero que se retira del sistema, que deja de actuar en os mercados y que colapsa determinadas economías, sobre todo las de los países más pobres.
El sistema capitalista tal y como lo hemos conocido hasta ahora ha dado muestras de ser un sistema podrido. Un sistema podrido porque permite que Europa y EE.UU sigan utilizando al resto de países como fábricas y vertederos.
Miles de millones de euros y dólares se mueven al rededor del planeta a una velocidad frenética de una manera invisible. Lo que no se ve, parece que no existe pero a veces las cosas no se venporque no se quiere verlas.
Economías tan reputadas como la británica tienen unas leyes que permiten que las grandes fortunas internacionales depositen su dinero en sus bancos. Estos compran viviendas en el centro de Londres, lo que ha encarecido exageradamente el precio del metro cuadrado en el centro de la capital. Utilizan además los servicios públicos pero no contribuyen e un sólo penique al mantenimiento de estos porque no pagan impuestos. No pagan impuestos porque son ricos y traen inversión además de crear puestos de trabajo. Efectivamente, estas fortunas crean puestos de trabajo, tienen casas tan grandes que necesitan un gran número de criados a su servicio. Eso sí, estos empleados que sí son residentes pagan impuestos.
Ghana, una de las democracias más asentadas de África se está pensando en convertir su país en paraíso fiscal, o como se suele llamar de forma menos peyorativa “centro financiero internacional”.
El ghanés ha mirado con recelo la decisión de su gobierno. Sería a priori una gran entrada en el país de capital extranjero, ¿pero qué capital?, muchos analistas reconocen que sería dinero traído de las vecinas dictaduras, del negocio de los diamantes de sangre,de personajes en definitiva oscuros que se pasearían por las calles de Accra mientras su empobrecida población construye con sus tributos las calles que estos pisan.
Los estados del primer mundo pierden muchas horas de sus agendas en condenar actividades irregulares. Todos los primeros ministros de Europa, EE.UU, Canadá…han gastado saliva en anunciar políticas contra del narcotráfico, del tráfico ilegal de armas o simplemente la evasión de impuestos fuese esta como fuere.
Qué gran pérdida de tiempo hacer todo eso sino se muestran de una vez firmes con los paraísos fiscales.
Londres intentó una vez que sus millonarios extranjeros pagasen impuestos. Éstos amenazaron con irse y la propuesta se retiró. Sí, definitivamente parece que es gente muy poderosa. Tanto, que tienen gobiernos a sus pies, tanto que son intocables.
Los que sí se tocan, porque se puede, porque son débiles, porque no tienen ese poder para amenazar son los de siempre. Los que sin haber sido partícipes de la crisis, la están pagando, los que sin saber qué es un fondo de inversión, un crédito subprime o si Standar and Poors es el nombre de un señor muy malo o una agencia de calificación son los que están pagando las consecuencias.
El mayor problema de todo esto es que nos habíamos olvidado de que seguíamos siendo el pueblo llano, el que siempre es enviado al frente cuando hay guerra. Durante unos años pensamos que al irnos de vacaciones dos veces al año, al tener un piso y un cochazo habíamos dejado de serlo, pero no, seguimos siendo masa, pero ahora sin coche ni piso.
Como clases hubo siempre y parece ser innato a la naturaleza humana que las haya no seré yo quien crea que el mejor modelo es la sociedad sin clases. Todos tenemos derecho a mejorar, a ser más ricos si nos lo ganamos, a lo que no debe darnos el sistema “derecho” es a obtener la riqueza de manera ilícita y lo que no deben permitir nuestras administraciones es que haya un sistema de clases feudal en el que los pobres paguen tributo a unos ricos que no lo hacen. Los valores de la Revolución Francesa de hace ya más de doscientos años deberían estar presentes hoy más que nunca, en un momento en el que en vez de avanzar, no dejamos de retroceder.
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