REPRESENTAN EL 2,9% DEL PIB MUNDIAL

La revuelta social en Egipto amenaza con desestabilizar las economías árabes

La revuelta social en Egipto amenaza con desestabilizar las economías árabes

Miles de egipcios en la plaza Tahrir de El Cairo durante la protesta contra el régimen de Mubarak (Efe). @Ignacio J. Domingo.-

La Gran Marcha contra el presidente Hosni Mubarak celebrada ayer en la Plaza de la Liberación de El Cairo para exigir su dimisión no sólo puede acabar con casi tres décadas del raisen el poder, sino que amenaza con propagar sus reivindicaciones al conjunto del espacio árabe, integrado por los países del Magreb y del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG). Un mercado que, en conjunto, alcanza los 1,6 billones de dólares (el 2,9% del PIB mundial) a precios corrientes y supera los 351 millones de habitantes, precisa el Banco Mundial. Según cifras de 2009, supera ligeramente el tamaño de la economía de Brasil, el octavo PIB mundial. El dato alerta de la amenaza real de freno a los flujos de inversión en una de las zonas geoestratégicamente más convulsas del planeta.

Especialmente por dos motivos: por el control egipcio del Canal de Suez, arteria marítima neurálgica para el paso del petróleo (registra un tráfico diario de más de 2,2 millones de barriles de crudo) y de materias primas alimenticias (en total, lo atraviesan medio centenar de barcos mercantes al día), y por la influencia de El Cairo en la estabilidad de Oriente Próximo.

Las protestas de cientos de miles de egipcios, que se han trasladado desde la capital del país a otras grandes ciudades como Alejandría, suceden apenas dos semanas después de la masiva contestación social que acabó con el régimen de Ben Alí en Túnez, la primera gran revolución en el espacio árabe que logra acabar con un Gobierno musulmán. Y, con gran probabilidad, tampoco será la última en estas latitudes. A comienzos de año, Argelia sufrió disturbios contra el presidente Abdelaziz Buteflika, manifestaciones de rechazo al establishment que también han acontecido en Yemen, Arabia Saudí y, más recientemente, coincidiendo con la crisis política egipcia, en Jordania, donde el Rey Abdalá se ha visto obligado a cambiar su gabinete y nombrar primer ministro a Marouf Bakhit, su hombre de confianza dentro de la cúpula militar.

Efecto contagio

Los analistas económicos y de seguridad coinciden en señalar que estos acontecimientos pueden tener un efecto contagio inminente y de consecuencias imprevisibles en la región árabe. Ahmet Akarli, analista de Goldman Sachs, considera que “estos dramáticos acontecimientostendrán un impacto negativo en los mercados financieros globales” porque, a su juicio, la región se encamina hacia una “compleja crisis política”. Detrás de esta intensa contestación ciudadana se encuentra un cóctel de agravantes marcadamente sociales: Altas tasas de desempleo (según la última actualización del Fondo Monetario Internacional (FMI) se sitúa en torno al 10% en la zona) y elevados precios de los productos de primera necesidad en unos países en los que los alimentos totalizan casi la mitad de los gastos familiares (el 44% en Egipto, el 33% en Túnez o el 43% en Argelia). En una sociedad civil joven, con una media de edad de 25,5 años y con rentas per capita medias prácticamente inalterables desde 1990, a pesar de que la región ostenta el 48% y el 61% de las reservas naturales probadas de gas y petróleo, respectivamente, y el 18% y el 36% de la producción de estas dos fuentes de energía, recuerda Akarli.

Aun así, los mensajes del mercado sobre el suministro de gas y petróleo parecen prudentemente tranquilizadores. Arjun Murti, analista de Citi, descarta, de momento, una escalada de los precios del crudo, dado que “ni Túnez ni Egipto son países productores”. Murti cree que las revueltas de ambos países “no trasladan en la actualidad tensiones en Oriente Próximo” y achaca los movimientos del barril de petróleo, cuyos contratos de futuro han vuelto a superar la barrera de los 100 dólares, ”a ligeros temores de contracción del suministro”. También Helima Croft, de Barclays, señala que el Canal de Suez “no parece bajo una amenaza inmediata por la crisis egipcia”. Entre otras cuestiones, porque Arabia Saudí -primer productor mundial y país sobre el que se cierne la amenaza de las revueltas- se ha apresurado a garantizar suministro adicional para calmar a los inversores.

“Una catástrofe para EEUU”

Si Túnez se considera el detonante de las revueltas en el mundo árabe, Egipto es el termómetro de hasta dónde pueden llegar estas protestas. La actual generación egipcia ya no es la sociedad políticamente pasiva que ha gobernado con mano férrea Mubarak en sus 29 años en el poder. Está mejor educada, es altamente urbanita, abierta a las influencias exteriores y, sobre todo, menos paciente que la coetánea a las etapas del panarabismo de Gamel Andel Nasser o deAnwar Sadat, a quien sucedió el rais tras su asesinato. Fueron éstas revoluciones seculares y de raíz socialista que condujeron al reconocimiento del Estado de Israel.

George Friedman, de la consultora de seguridad Stratfor, afirma que el dilema al que se enfrenta ahora Egipto es a una transición hacia un sistema de corte liberal-occidental, personificado en la figura de Mohamed El Baradei, antiguo director general de la Agencia Internacional de la Energía Atómica, o el triunfo de los Hermanos Musulmanes, opción que respalda Irán pero que, en su opinión, “no parece que sea un movimiento tan radical y con tanta influencia para ganar la revolución”. Sin descartar otras dos opciones: la supervivencia del régimen de Mubarak, a quien le confiere posibilidades de estabilizar la situación, y la sumisión en un caos político prolongado.

Para Friedman, consumado experto en cuestiones geoestratégicas, un Egipto islamista “sería una catástrofe para Estados Unidos”, pero algo “factible” dado el sistema de orfandad que movimientos como Hamás en Gaza ponen en práctica en materia de Sanidad y Educación para captar adeptos entre una población inmersa en el desempleo y sin esperanzas de trabajo.

Desde el punto de vista europeo, la ecuación es similar a la de Estados Unidos, país que suministra la mayor parte del arsenal militar de los países con conflictos sociales en la zona. Si la UE, afirma Daniel Korski, del Consejo Europeo de Relaciones Internacionales (ECFR, según sus siglas en inglés) permanece en su posición de influir en los avances democráticos en Egipto su voz será más eficaz a medio plazo en la región. Por el contrario, si la acción exterior europea se decanta por que las protestas remitan y se mantenga el status quo actual, los presumibles estallidos sociales en Yemen, Siria, Jordania o Marruecos dejarán a Bruselas en una situación de debilidad en esta zona, considerada estratégica en la política de vecindad.

Tensión económica

Sin embargo, el curso de los acontecimientos también puede tener una derivada económica. De momento, Standard & Poor’s ha rebajado el rating monetario de Egipto a BB, “ante la expectativa de que las demostraciones de violencia se perpetúen en el tiempo”, explica Kai Stukenbrock. Un muro de contención para alcanzar la estimación de crecimiento del 5% para este año, para mejorar la balanza de pagos a través de mayores flujos de inversión foránea y para recortar la deuda pública, que alcanzó en 2010 el 74% del PIB, y el déficit, que navega en dobles dígitos, aclara el analista de S&P. A su juicio, las protestas en Egipto y Túnez amenaza con desestabilizar el cuadro macroeconómico también en Argelia, Jordania e incluso Marruecos, además de los países del Golfo”. En especial si emergen gobiernos populistas que prometan mayores gastos estatales y subsidios, rebajas fiscales y empleos en el sector público”. También la agencia FitchRatings ha reducido la calificación egipcia y, en su informe, llama la atención sobre una presión inflacionista del 17% que tendrá “un impacto severo sobre la evolución económica en función de si persisten las protestas políticas”.

Intereses españoles

El flujo de inversión española hacia los países del Magreb superó en 2009 los 126,8 millones de euros después de un espectacular año 2008 en el que se alcanzó la histórica cifra de 737,9 millones, especialmente por el repunte de flujos de capital a Marruecos. Egipto es el segundo socio inversor de España en la zona, país que el pasado año recibió 36,4 millones de euros, y en el que empresas como Gas Natural mantienen una planta de gas natural licuado adquirida por la antigua Unión Fenosa. Los intereses del sector privado español -undécimo inversor extranjero en este país- también se dirigen a la extracción de gas y petróleo, actividades inmobiliarias, construcción, hostelería y turismo. Sectores similares a los que eligen los inversores hispanos en Túnez. Por contra, los flujos de capital conjunto de España a los países del CCG ascendieron a 48,4 millones de euros, con Qatar y Arabia Saudí, la mayor economía de la zona, con un PIB de 370.000 millones de dólares, similar a la economía austriaca, como principales destinos, según datos de la Secretaría de Estado de Comerciocorrespondientes a 2009, último ejercicio completo disponible.

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