Mañana, 1 de abril, se cumplen 20 años del fallecimiento de don Juan de Borbón,
quien ha quedado retratado para la historia como el hijo de rey y padre
de rey que no pudo llevar la corona. Se ha escrito también de él
frecuentemente que vivió sin la holgura económica que habría
correspondido a esta posición de eslabón entre dos monarcas. Pero, según
ha podido comprobar Crónica, la segunda parte del tópico difiere bastante de la realidad. Don Juan murió rico.
A su fallecimiento, el conde de Barcelona dejó
una fortuna de 1.100 millones de pesetas, que incluía 728,75 millones
en fondos depositados en cuentas en el extranjero. Cuando se cumplen dos
décadas de su desaparición y cien años de su nacimiento, Crónica reconstruye,
con documentos inéditos, los pormenores del patrimonio del conde de
Barcelona y cómo se distribuyó exactamente entre sus hijos: don Juan Carlos y las infantas Pilar y Margarita.
El padre del rey falleció el 1 de abril de 1993, a punto de cumplir 80 años, en la habitación 601 de la clínica Universitaria de Navarra, enPamplona,
víctima de un cáncer. La apertura de su testamento revelaría un legado
compuesto por propiedades inmobiliarias valoradas en más de 350 millones
de pesetas: el chalé familiar de Puerta de Hierro (Madrid), un apartamento en Estoril y parte de un inmueble de oficinas en la Gran Vía madrileña. Pero, sobre todo, el grueso de su patrimonio lo constituían tres cuentas domiciliadas en Suiza: una en Ginebra y dos enLausanne. En total, cuentas más inmuebles sumarían unos 1.100 millones.
Así queda reflejado en la documentación "Tramitación y cumplimiento de las voluntades testamentarias" que da cuenta del reparto de la herencia del conde de Barcelona, papeles que obran en poder deCrónica. En uno de sus apartados, "Saldos exteriores", se desglosan estas cuentas en el extranjero.
La
primera de ellas, a la que los documentos se refieren como "de
usufructo", estaba depositada en Lausanne. Era la número 28.668-2L4B de
la S.B.S, siglas de la Société de Banques Suisse, y tenía 3.032.000 francos suizos (FS).
(En realidad, su saldo a la muerte de don Juan era de 3.577.851 FS,
pero poco después se retiró el equivalente a 50 millones de pesetas para
la infanta Margarita por orden de su padre). El montante de la segunda,
la "cuenta corriente en Lausanne", ascendía a1.622.324 FS. Y la tercera, "cuenta corriente en Ginebra", contaba con2.755.600 FS.
En total, 7.955.775 FS que, al cambio de entonces -91,6 ptas. en octubre, cuando se liquidó la herencia- suponían 728,75 millones de pesetas, cantidad nada desdeñable para aquel 1993, en el que empezaban a sentirse los síntomas de la crisis económica desatada tras los JJOO de Barcelona y la Expo 92 sevillana.
Una vivienda de 117 m2 en Madrid, por ejemplo, costaba 28,9 millones de
ptas. (170.000). Sólo con sus depósitos suizos, don Juan podría haber
comprado 25 pisos como este.
En
contra de lo escrito hasta ahora, el padre del rey no dejó una modesta
herencia compuesta por unas cuantas propiedades, una cuenta en España
con 25 millones de pesetas y otra de seis millones de pesetas en el
extranjero. Los datos que revela Crónica corrigen
tal error histórico: el conde de Barcelona gozaba de una economía muy
saneada y transmitió un valioso legado a sus hijos.
Pero,
¿cuáles fueron sus últimas voluntades?, ¿cómo se distribuyeron estos
fondos entre sus herederos? Comencemos por la primera cuenta, la
denominada "de usufructo", depositada en Lausanne, la ciudad de la
neutral Suiza donde don Juan, doña María de las Mercedes y sus hijos residieron durante parte de la II Guerra Mundial,
entre 1942 y 1946. Allí se desvanecieron las esperanzas del conde de
Barcelona de que tras el conflicto bélico virara el régimen político en
España y se reinstaurara la monarquía. El 1 de febrero de 1946, de
madrugada y en automóviles con las luces apagadas, toda la familia
dejaba Lausanne camino del exilio definitivo en Estoril. Todos menos don Juan Carlos, que se quedó en Suiza, estudiando en el colegio Los Marianistas en Friburgo.
Lo
que no se había esfumado en Lausanne cuando se abrió el testamento en
1993 fue la cuenta con 3.032.000 francos suizos, una cantidad a la que,
por mandato de don Juan, ya se habían restado 50 millones de pesetas con los que se mejoró la parte de su hija Margarita, nacida invidente.
"El montante", se lee en la documentación sobre esta cuenta, "es ya
neto después de deducir el contra-valor de 50.000.000 de pesetas,
ingresados a S.A.R. la Infanta Dª Margarita, en cumplimiento de la
voluntad de su Augusto Padre".
Si se suman estos 50 millones de pesetas a los depósitos de las tres cuentas resulta que el saldo en el extranjero de don Juan ascendía a 728,75 millones. Hoy equivaldrían a 7,85 millones de euros, aplicándole las sucesivas subidas del IPC.
Es
a esta cuenta "de usufructo" a la que el dossier dedica mayor atención.
De ella se dice: "Si bien no existe imperativo legal para que la cuenta
'usufructo' continúe, siempre fue deseo de S.A.R. el conde de Barcelona
que se mantuviera para el futuro esta situación y, por tanto, S.M. el
rey y S.A.R. el príncipe de Asturias desean, y a nuestro juicio
moralmente deben hacerlo, continuar con el mismo procedimiento, no
debiendo por tanto repartirse los fondos, salvo la cantidad satisfecha a
S.A.R. la infanta Margarita [50 millones de pesetas] por expresa
voluntad de su augusto padre, quien indicó verbalmente que los fondos
provinieran de la mencionada cuenta. De los restantes saldos, debe tomarse el acuerdo de no repatriar oficialmente ninguna cantidad,
por cuanto de una parte no son cantidades de relieve y podrían crear
sin embargo el beneficio de la duda sobre la existencia de cifras
mayores".
Se
trasladaba así a la letra escrita la recomendación de que la cuenta
número 28.668-2L4B de Lausanne continuara abierta, y se le restaba
importancia al vasto capital que dejaba don Juan. "La imagen y
prestigio de S.A.R. el conde de Barcelona podría quedar afectada, ya que
de todos ha sido siempre conocida la inexistencia de una fortuna o
recursos importantes", añadían los encargados de la liquidación testamentaria.
De lo escrito se deduce además que esta cuenta especial "de usufructo" podría ser en realidad la cuenta de socorro abierta por Alfonso XIII que
refieren varios biógrafos: un depósito creado por el abuelo del rey
para suministrar fondos a cualquiera de la familia que atravesara
dificultades. De ser así, el conde de Barcelona habría heredado su
titularidad con 27 años, a la muerte de Alfonso XIII, fallecido en
febrero de 1941. Don Juan se convirtió entonces en el jefe de la Casa
Real de España en el exilio, condición que ostentaría hasta el 14 de
mayo de 1977, cuando renunció a sus derechos dinásticos en favor de su
hijo. Ese día dijo oficialmente adiós a la posibilidad de ser el rey Juan III.
Pese
a las intenciones manifestadas en las voluntades testamentarias de que
la cuenta "de usufructo" continuara tal y como estaba, lo cierto es que finalmente fue prácticamente vaciada.
La especial naturaleza de este depósito explicaría que, según la
documentación, el grueso del saldo -en octubre de 1993, cuando se
ejecutó el reparto de la herencia, ya no era de tres millones sino de
2.766.312 francos suizos- pasara al control del entonces jefe de la Casa
Real española, es decir, el rey. A beneficio de don Juan Carlos están
anotados 2.500.000 FS -229 millones de pesetas de 1993- de este depósito
"de usufructo", en el que quedó un remanente de 226.000 FS.
200 millones en acciones
Esta
cuenta había sido también el destino final de gran parte de los 201,5
millones de pesetas que se obtuvieron "por la venta de todos los títulos
[acciones] pertenecientes a S.A.R. el conde de Barcelona" y que
inicialmente se ingresaron en la caja fuerte que don Juan tenía
alquilada en Privanza, entidad del entonces Grupo Bilbao Vizcaya (BBV).
Antes
de liquidar la herencia (mediaron seis meses entre la muerte de don
Juan y el finiquito), 160 de estos millones procedentes de la venta de
los valores fueron sacados de la caja de seguridad, la número 96, y
traspasados a la cuenta "de usufructo" de Lausanne. Los 41,5 millones
restantes de las acciones se emplearon en cubrir gastos de la casa de
los condes de Barcelona y en indemnizar al personal de la misma, con el
que don Juan fue generoso. Están anotados, por ejemplo, cinco millones
de pesetas para cada uno de los marineros de su yate, el Giralda: Basilio Arroirta, José Ferro y Emilio Begoña, quienes estuvieron 14 años a su servicio. A José María Sampedro, contable y tesorero, le asignó otros cinco millones. Y ocho "para Rocío", que no puede ser otra que Rocío Ussía, su fiel secretaria.
Son
datos inéditos e históricos, máxime dado el secretismo que siempre ha
rodeado los patrimonios y últimas voluntades de los miembros de la
familia real. La herencia de la que más detalles se conocen
probablemente es la de Alfonso XIII, quien favoreció precisamente a don
Juan. Había tenido seis hijos con la reina Victoria Eugenia, pero el primero, Alfonso, y el benjamín, Gonzalo, fallecieron. Le sobrevivieron cuatro herederos: Jaime -el segundo en la línea sucesoria, quien renunció al puesto en favor de su hermano-, Juan, Beatriz y María Cristina.
De los 18.454.021 pesetas que Alfonso XIII tenía en 1941, entre efectivo y valores, don Juan heredó 8.611.876 pesetas, tres veces más que sus hermanos. Fue también el destinatario de otros valiosos bienes, como los palacios de la Magdalena y Miramar, vendidos en los 70 a los ayuntamientos de Santander y San Sebastián por
227,5 millones. Quizá lo obtenido en estas operaciones pasó a engrosar
los saldos suizos puesto que, según los documentos, no tenía sumas
importantes en España. Aquel ejercicio de 1993, se recoge en el dossier,
la declaración de la renta le salió a devolver.